EMMANUELA, DIOS CON NOSOTROS
Tanto nos amó Dios a los hombres que se hizo carne como nosotros.
Y para encarnarse puso sus ojos en una humilde joven de Nazaret llamada María.
Y valiéndose del ángel Gabriel, le toca el corazón.
“Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo”. Lc.1,28
El saludo sorprende a María, la turba y el Ángel le dice: ” No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo;… y su reino no tendrá fin”. Lc.1,30-33
María, atónita, no salía de su asombro, no podía dar crédito, no entendía. ¡Cómo podía ser madre si no conocía varón! Y el Ángel le aclara: ” El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será Santo y se llamará Hijo De Dios…porque para Dios no hay nada imposible” Lc.1,35
María, aún muy azorada, y sin terminar de saber lo que estaba ocurriendo, no sale corriendo, no busca excusas, no escurre el bulto, y con la sencillez más absoluta contesta SÍ. Un sí sin aclaraciones, sin condiciones.
“He aquí la esclava del Señor, que suceda según me dices”. Lc.1,38
El saber que va a ser la Madre De Dios no cambia a María. Sigue siendo la misma muchacha servicial que no duda en ponerse en camino para ayudar a su prima Isabel que también se encuentra en cinta.
En estos momentos María estaba prometida a José. Y José, aún siendo un hombre justo y bueno, necesita la visita del Ángel para entender el estado de María.
Y María y José guardando en sus corazones los designios de adiós, felices e ilusionados por. El hijo que esperan, se ven obligados a emprender un largo camino hacia Belén para cumplir con el decreto del emperador Augusto que ordenaba el empadronamiento a todos los habitantes del imperio.
José y María, con su embarazo ya muy avanzado, tras jornadas de duro camino y con la sola compañía de una burra logran llegar a Belén. Y es en Belén donde Dios elige que María, tras no encontrar sitio en la posada, diese a luz a su hijo en un establo y lo acostase en un pesebre.
Dios quiso que su Hijo naciese en el lugar más humilde y que los primeros en adorarlo fuesen unos pastores alertados con el anuncio de los ángeles:
“¡ Gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres que gozan de su amor!.
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